En pleno descansadero mesteño del Santo Cristo se eleva, el exterior, esta sobria edificación de una sola nave y campanario en espadaña sobre la fachada principal. Pero el contraste con su interior es indescriptible: es todo luz. Aunque su única nave está profusamente decorada: desde los elementos geométricos y vegetales que llenan sus paredes a los frescos con escenas del Nuevo Testamento que cierran la bóved en altura, lo que verdaderamente sorprende es su Torre Camarín.
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